He leído algún libro de Margarita Carrera y la he notado crítica, tendente a ir en contra de una institución del Estado proclive a la militarización y a la corrupción. Como columnista y pensadora ha ganado prestigio, pero me ha dejado sorprendido ahora con una columna. Cuando abrí el diario de hoy, el que suelo leer cuando puedo (Prensa Libre), me encontré con una lectura poco habitual en nuestro ambiente mediático y de, no pocas veces, “baja altura” intelectual, proclive a veces al partidismo fácil. Me llamó la atención sobre todo por el recurso a la literatura griega clásica, con personajes y autores conocidos. Estas son algunas líneas de las que escribe.
En Guatemala, Sandra se levanta soberbia y trágica, defendiendo sus derechos como ser humano y mujer, su derecho a ser inscrita como candidata presidencial. Es un drama digno de ser visto como una tragedia griega. Me recuerda la defensa que hace Platón de Sócrates en su Apología. Sandra revive a la mujer trágica. Posee la majestuosidad de una Medea, la grandeza de una Casandra. Su vida actualmente puede ser vista como una obra de arte, una obra perfecta, capaz de conmover a quienes la escuchan y la ven actuar.
Más adelante escribe:
No hablo de política. Algo más alto que la política. Hablo de un ser humano que se entrega con pasión a su lucha. Una lucha sublime en donde su voz se quiebra en medio de una entereza trágica. Pero lo que dice ha de oírse.
Se esté en contra o a favor. Ha de verse como alguien fuera de lo común, alguien que se entrega en cuerpo y alma en lo que cree debe ser justo. (…)
Una trágica que no puede dejar de conmover a quienes la vemos y oímos. Comparable con Antígona. Ella no lucha por su hermano, como Antígona, lucha por ella misma. (…)
Nadie mejor que ella puede expresar con pasión desgarrada por conseguir lo que cree ser justo. Lo que pide sobre todas las cosas es la justicia. ¿Con qué derecho se le cierran las puertas de la política sólo por ser mujer? (…)
Platón haría su apología como lo hiciera con Sócrates. Que tome la cicuta y que se calle es lo que desean los magistrados. (…)
A lo Sócrates podrá decir antes de tomar la cicuta: Yo no sé, guatemaltecos, la impresión que habrá hecho en vosotros mi actuación. Pero no puedo actuar de otra manera.
Como escribí en un comentario a la columna, creo que lo que hay que juzgar no es sólo su determinación en buscar lo que considere justo –lo justo es objetivo y no relativo– sino la intención con que lo hacía, a todas veras, buscando el poder, pasando por encima de toda moralidad. ¿Y los comentarios en la Web a esta columna? De los treinta y tantos, creo que ninguno a favor de la columnista ni de la “columniada”.
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