Hoy, en la Iglesia, se celebra la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.
Sin ojos de fe, desde luego que es una locura: es masoquismo.
Ahora bien, ¿por qué escogió Dios el camino de la Cruz para salvar al hombre del pecado? ¿No hubiera sido más fácil por otro camino menos oneroso? Una sola gota, como escribió Santo Tomás, bastaba para redimir al mundo entero.
¡Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo Único!, escribe san Juan. ¿Alguna vez has sentido el fuerte desapego de ti mismo, que hayas querido entregar tu vida por otra persona? No sé si te haya pasado por la cabeza alguna vez, pero, si el amor es tan grande, sí. El Dios cristiano no es un dios sediento de sangre, sino del amor de los hombres.
¿Incomprensible? Insisto: hace falta tener visión sobrenatural, tener un mínimo de trato con Dios para comprenderlo; hace falta una lucha por tener vida limpia, ejemplar y abierta a los demás. Poco, ¿verdad?
No celebramos, pues, el sufrimiento por el sufrimiento, sino el amor. Éste le da sentido a aquél.
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