Es ley de vida que llegue la muerte propia o la de un ser querido. Hoy he acompañado a un hermano sacerdote, el P. Luis Ortiz, en la celebración de la Santa Misa ofrecida por su difunto padre.
Lo que más me ha conmovido es la serenidad y la visión sobrenatural con que la familia ha llevado este pesar. Después de una larga enfermedad, durante la que tuvo el consuelo de la compañía de la familia y del hijo sacerdote, ha descansado de sus fatigas.
Encomendamos el alma de don Luis Rodolfo Ortiz y acompañamos con nuestra oración al P. Luis Enrique y a su familia.
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