Hemos leído en la Santa Misa el pasaje del evangelio sobre la vocación de los primeros Apóstoles (Mt 4,12-23). Les he hablado sobre la vocación, partiendo de un adverbio griego que trae el texto: ευθέως (“inmediatamente”; por cierto, le falta un espíritu suave a “ípsilon”).
En efecto, los Apóstoles siguieron en seguida, sin demora, la llamada del Señor. No le dijeron: “espera un momento, que primero quiero saborear mi vida”.
Si nos hubiéramos estado cerca, quizá le habríamos advertido a Pedro lo siguiente: “Pedro: no tan a prisa. ¿No crees que hay cosas importantes que debes hacer? Piénsalo, pues, ¿no tienes nada qué perder? ¿Y si luego te arrepientes? ¿Y si el ardor que sientes en el corazón es pasajero?”
Ahora, ¿qué sería de nosotros si Pedro se lo hubiera pensado dos veces?
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