Obviamente, éstos no son los niños de la anécdota. |
“Les
felicito por llegar a esta meta ―pronuncié hoy en la homilía de la Misa―,
pero les animo a seguir estudiando, a tener metas altas en la vida”.
Hoy celebré
la Santa Misa en la aldea de San Jorge, “la Ventanita de Atitlán”, en acción de
gracias porque unos 50 niños de la escuelita han culminado sus estudios de
Primaria. Culminar esta etapa tiene su formalidad, incluso algunos hablan de “graduación”...
Me dio tiempo para agradecer a los papás,
por el esfuerzo que comportó ayudar a sus hijos a que estudien durante estos
años; también agradecí a los profesores por su empeño en formarles bien ―también
me dio tiempo para meterme con ellos para exhortarles a ser maestros de
vocación y no sólo de profesión, a tender a la educación integral de la persona―;
e incentivé a los niños, como queda dicho, para que sigan estudiando.
Les pregunté
qué querían ser de grande. Estando algo tímidos, les pregunté si alguien quería
ser maestro, pero nadie levantó la mano ―espero que no se hayan decepcionado
los maestros―; pregunté si alguien quería ser astronauta ―hubo entonces una
risa general―, pero nadie se apuntó. Al preguntarles por segunda vez qué
querían ser, surgió una prometedora candidata a médico; uno más dijo, con voz
sonora para que los escucharan los circundantes: “¡policía!”, por lo que hubo
una risa general.
¿No será éste el niño que quería ser policía? |
La falta de estudio es una de nuestra
precariedades por estos lares. La interrogante está planteada: hay más demanda
y más oferta de educación, pero, ésta, en detrimento de la calidad. Ha proliferado
la diversidad de carreras de diversificado; hay tanta facilidad, que ya no
logran conocer lo más elemental de la educación. Por eso están apretando las
universidades para admitir a sus próximos estudiantes.
Hay tarea por delante.
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