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El P. Ángel María, con niños de Primera Comunión de su parroquia. |
Revisando algunas páginas del internet, he
pasado nuevamente por la del P. Ángel María, llamada “Semetabaj Hispano”. El
sabor “chapín”, más concretamente “sololateco”, se vislumbra ya desde el primer
vistazo del portal. Me recuerdan muchas cosas vividas con optimismo y alegría, y
me ayudan a dirigir la mirada hacia el futuro.
Me he encontrado con su entrada del 10 de julio. El P. Ángel recordaba los sueños que tenía 20 años atrás sobre la
formación de los futuros sacerdotes para esta tierra y de cómo se van
cumpliendo poco a poco.
Creo leer en sus palabras tanta fe y
esperanza que le invitaban a ver con ilusión los años por delante, soñando con
una diócesis y un seminario florecientes, a pesar de la precariedad con que se
vivía entonces —que todavía no se han resuelto del todo aún ahora—. Esto me
invita a seguir poniendo mi “granito de arena” para construir la Iglesia.
Copio y pego parte de una entrevista que
le hicieron hace 20 años para el periódico Semetabaj
y que coloca en su página.
Gracias, P. Ángel. Me ha hecho recordar
mis años de seminarista y a retomar con ilusión este maravilloso trabajo de la
formación de los futuros sacerdotes.
P.
Ángel, como rector del Seminario de Sololá ¿cual es su objetivo principal?
Consolidar
el Seminario en su espíritu y en sus estructuras, pues está todavía muy joven y
poco desarrollado. Para ello hay que ir formando un equipo competente e
integrado de formadores, y ello no resulta fácil.
Después
hay que ir creando toda una tradición sacerdotal en las diócesis que nos envían
sus seminaristas. En la mayoría de ellas los sacerdotes han venido de fuera y
no se sabe cómo debe funcionar un sacerdote nacido con mentalidad y cultura
locales.
En
tercer lugar hay que arreglar el tema económico, procurando que aumente la
ayuda diocesana y que no haya que depender mayoritariamente de la ayuda
extranjera.
¿Cómo
se siente al tener como colaboradores a algunos sacerdotes salidos ya de este
seminario?
Es
la mayor de las satisfacciones, pues se va cumpliendo el primer objetivo. Al
mismo tiempo es una gran responsabilidad pues no se les puede exigir a ellos lo
que uno no está dispuesto a dar.
Usted
que proviene de una diócesis con una larga tradición ¿qué diferencia ve con
nuestras jóvenes iglesias?
Ciertamente
todo es aquí muy distinto a lo que yo he vivido en mi tierra de origen. Y
considero que tanto acá como allá, hay cosas malas y buenas, dificultades y
oportunidades, gracia y pecado.
Acá
casi todo está por hacer, con la ventaja de que pueden hacerse innovaciones sin
problemas, pero con el inconveniente de que pueden resultar fallidas; allá todo
está hecho y resulta difícil renovar y mejorar lo recibido, pero se da la
ventaja de que la tradición le arropa a uno y es más difícil equivocarse.
Pero,
en uno y otro lugar, lo difícil es mejorar día a día la vida de la Iglesia, con
toda la riqueza de su misterio y sacar las consecuencias personales y
comunitarias que esto implica.