Estaba con tanta prisa intentando llegar a las necesidades perentorias, que pedí prestado un carro para ir a hacer la diligencia urgente. En las prisas, no caí en la cuenta de todos mis movimientos y tuve un descuido. Lo cierto es que, cuando iba a medio camino de regreso a donde debía llegar, siendo la necesidad tan urgente, que se me ahogó el carro. Es decir, por el seguro que tiene el carro, dejó de pasar la gasolina al motor y se me apagó. Una y otra vez intenté arrancarlo pero sólo daba el estarte y no pasaba a más. ¿Qué hacer? Vi la batería, desconociendo lo que podría ser y con mis escasícimos conocimientos de mecánica...
Me detuve en pensar en mis posibles soluciones, habiendo intentado arrancar el carro y habiendo intentado llamar infructuosamente a mis posibles auxiliadores... Me detuve y le recé con mucha fe al Ángel de la Guarda. Le di al estarte nuevamente y..., ¡bingo!, arrancó. Le agradecí al Ángel de la Guarda el favor y me fui pronto a cubrir la necesidad... Pequeño pero claro milagro.
Una anécdota más. Hoy, bajando del carro para entrar a la iglesia, se me acercó un trabajador que estaba distribuyendo producto para las tiendas. Se acercó y me tendió dos paquetes de jugo de frutas. Me dijo: "Padre. Buenas tardes. Uno para usted y uno para el P. Celvin". Tardé algún segundo para reaccionar. Le agradecí, deseándole las bendiciones de Dios.
En todas partes hay gente buena.
Ahora, unos días de descanso con la familia, que nos vendrán bien, después de los días que Dios nos regaló para celebrar a mis papás, quienes han estado muy contentos.
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