"Necio, esta noche te van a exigir la vida" (Lc 12,20).
Estas palabras que hemos leído hoy en el Evangelio de la Misa son un bombazo en la rutina que tenemos. Cabe la posibilidad de que salten la soberbia y la rebeldía en nosotros y objetemos: ¿Qué derecho tiene Dios de exigirnos la vida? Muy sencillo.
En el Salmo, también proclamado en la Misa (98), se dice: "El Señor es Dios: Él nos hizo y somos suyos..." Somos suyos a doble título, uno, por habernos creado y, dos, por rescatarnos (1a. lectura: Ef 2,1-10).
La felicidad no está en el desorden y en el libertinaje. Me parece que todos, en mayor o menor grado, lo hemos experimentado. En cambio, en la cohesión de la vida y la existencia dirigidas por Dios, está la felicidad, la plenitud de nuestro ser. ¿Quién nos puede cuidar mejor si Él, que es nuestro Padre, nos cuida?
¿Se recuerdan quién dijo lo siguiente? "Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti".
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