El día de ayer se cumplió el primer año de haberse inaugurado la Capilla de Adoración Perpetua en la Parroquia de Patzicía. Después de ésta han seguido las de Acatenango, Yepocapa y Parramos; está en proyecto poner en otras parroquias.
Es una bendita realidad que cuando la Eucaristía es el centro de toda la actividad pastoral, de todo apostolado, la comunidad cristiana se afianza y crece. He tenido el gran gusto de poder acompañar a “mis con-parroquianos”, pues me han invitado a predicar en la vigilia.
Alguna vez he leído algún testimonio que alguno de los feligreses deja escrito en el libro que se encuentra en la salida de la Capilla. Los testimonios son conmovedores.
Esto siguiente lo he sabido de otra Capilla de Adoración Perpetua: unos esposos jóvenes, indígenas, llegan a la hora en que se habían comprometido para la adoración al Santísimo, en noche avanzada. La señora baja a su hijo que lleva “a tuto” (a la espalda) y lo acomoda delante para que siga durmiendo entre ellos y el Santísimo. Luego arrodillados, abrazados, en una oración silente y reverente, adoran al Señor.
Se verifican tantos milagros, algunos grandes, otros muchos, pequeños. Centrados todos en la Eucaristía.
Felicidades a mis paisanos por este aniversario, felicidades por tener a nuestro Señor en la Eucaristía las 24 horas expuesto para que le vayamos a acompañarle.
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