Metido en el trajín diario, no me queda tiempo para repasar temas que hasta hace poco eran, con ilusión o sin ella, mi “entretenimiento”. De repente ha llegado una comunicación por el correo electrónico de que debía arreglar un asunto con mi investigación y su publicación. Sin pretenderlo, he vuelto a desempolvar la tesis y revisar lo que escribí allí.
Sin buscarlo, me he vuelto, mentalmente, a mi sitio en la Biblioteca de Humanidades en la Universidad de Pamplona. Me recuerdo del número de mesa que ocupé, los vecinos que tuve mientras allí investigaba, hasta el cansancio que me produjo esa etapa.
Además, me he puesto nuevamente a escribir en griego y en hebreo, con la consiguiente dificultad de manejar con soltura la computadora para que obedezca mis intenciones, sobre todo cuando no se tienen todos los recursos. Pero, creo que bien merece la pena. ¡Todo merece la pena si Dios está en ello; sí que le interesa a Él!
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