Jean II Restout, Pentecostés |
Hoy celebramos el nacimiento definitivo de
la Iglesia. Cincuenta días después de la resurrección del Señor, diez días después
de su Ascención a los Cielos en cuerpo y alma y divinidad, ha enviado el
Espíritu Santo como lo había prometido.
Ahora, Pedro y los Apóstoles y demás
cristianos, con la fuerza de lo Alto, da testimonio sin reticencias ni temores
el mensaje del Evangelio, testimonio del Resucitado. Le pedimos al Santo
Espíritu, con la liturgia: Ure igne Sancti
Spiritus, renes nostros et cor nostrum, Domine: ut tibi casto corpore serviamus
et mundo corde placeamus (Inflama, oh Señor, con el fuego de tu Santo
Espíritu nuestro corazón y nuestras entrañas —todo nuestro ser—: para que te sirvamos con un cuerpo casto y complazcamos con un corazón
limpio). (La traducción no es oficial).
Una oración —o, muchas, si se puede— por el Seminario:
formadores, alumnos, trabajadores, bienhechores…, toda la Iglesia, para que en
este día de Pentecostés, en que celebramos en esta Diócesis el Día del
Seminario, consigamos secundar de manera más decidida la Voluntad de Dios.
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