Estamos en el Año de la Misericordia. Yo tengo mis propósitos para vivir este Jubileo. Espero que ustedes también vayan concretando sus propósitos. Es común, pues, en este Año, recordar que el Sacramento de la Reconciliación es instrumento de la Misericordia divina.
Hoy, mientras confesaba por la tarde, me sucedió algo asombroso. Escuchaba del otro lado de la rejilla (como el Papa en la imagen de arriba) la confesión de un penitente. Comenzó más o menos de esta manera: "Dios mío, te pido perdón por esto...", y fue desgranando la acusación de sus pecados directamente hablando con Dios. Ustedes y yo no solemos hacerlo de esa manera. Al final de todo, incluso después de recibida la absolución, me agradeció el ser sacerdote, el estar disponible para la Confesión. "Yo creo, me decía, que los ángeles no tienen alas; ustedes son los que nos ayudan a acercarnos a Dios".
Me conmovió y le pedí que siguiera encomendando a los sacerdotes, para que seamos buen instrumento de la Gracia.
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