Celebramos hoy en la Iglesia el Bautismo del Señor, fiesta que da fin al Tiempo de Navidad y, a la vez, da inicio del Tiempo Ordinario. La fiesta nos ayuda a recordar nuestro propio Bautismo y darle gracias a Dios por él, además de sentirnos más responsables.
En la homilía, proponía hoy que dos de las gracias grandes que nos ha dado Dios por medio de este sacramento es el hecho de ser hijos de Dios y, en consecuencia, el trato que nos es posible tener con nuestro Padre. Hay, aquí, "mucha tela que cortar", que dejamos a su propia consideración.
A partir de esta noche guardaré este Niño Jesús que me ha acompañado durante estos días de Navidad que hoy culminan. Lo guardaremos bien, aunque trataremos de llevarlo en el corazón todos los días. Las señoras que hacen la limpieza en las habitaciones me comentaban, en tono de compasión y piedad: "Pobrecito mi 'Chiquito' que está desnudito. Ha de tener frío".
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