Hoy por la tarde estaba saliendo de hacer un rato de oración de la capilla de adoración perpetua que hay acá, junto al Seminario. Había dado el Obispo la bendición con el Santísimo.
Cuando pasé saludando al Obispo, el sacristán, que estaba con él, me comentó: "al fin le vemos con frecuencia por aquí". Yo le respondí que nuestra capilla del Seminario estaba en remodelación. Y le comenté, gracioso: "no creás que no he estado rezando". A lo que Mons. Raúl contestó: "¡Claro! Si no, no se hubiera mantenido en pie".
Es cierto, un sacerdote sin oración no podría subsistir, o no sería coherente con su vocación. Lo mismo que cualquier cristiano. Y me recuerdo con frecuencia de las palabras de Santa Teresa: "El que no hace oración, no necesita demonio que le tiente para que caiga".
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