La gente más pobre y sencilla suele ser la más generosa... |
No es un cuento, una historia inventada. Le sucedió a un joven que quería tener una experiencia de acercamiento a la gente indígena sencilla, para ver si Dios lo llama a un género de vida determinado, especialmente la sacerdotal. Vale decir que este joven se basta a sí mismo en la vida, que tiene una vida holgada.
El párroco le pidió que vendiera unos números de rifa, a beneficio de la parroquia. Los premios eran modestos, regalos que al Padre habían dado para la actividad. Queriendo dar lo mejor de sí, nuestro amigo estaba muy entusiasta ofreciendo los números. Entre tantos, llegaron un par de ancianitos. Cuando ya se había aventurado a ofrecerles números, cayó en la cuenta de que eran gente sencilla, pobre, y que posiblemente no tendrían para los números.
El ancianito llevaba consigo sólo unas moneditas, que no alcanzaban ni para comprar medio número. La señora abrió su monedero y apenas tenía un billete y dos moneditas. Sacó el billete de cinco quetzales que tenía -el número valía dos quetzales- y se lo dio a su esposo diciéndole: "compra dos". Así lo hizo.
La forma de la premiación era instantánea: se sacaba un papelito de la bolsa del vendedor y a ver si, con suerte, ganaba. Nuestro amigo le pidió a Dios con todo el corazón que, para gente tan desprendida y generosa, se llevaran un premio. El primer papelito que sacaron estaba en blanco. El segundo, vieron que tenía algo escrito; era un "Dios te bendiga"...
Al amigo nuestrole rodaron por la mejilla unas lágrimas. Le quedó marcada la conmovedora anécdota y el ejemplo de generosidad en el corazón.
Cada uno saque sus conclusiones.
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