Conocemos la historia narrada por Lucas en el libro de Hechos (8,26-40): un africano importante, ministro de la reina Candaces de Etiopía, fue de peregrinación a Jerusalén. Era un "temeroso de Dios". De vuelta a su tierra, iba leyendo en voz alta al profeta Isaías; fue de esta manera que el diácono Felipe le escuchó.
Felipe se hizo el entrometido, como lo hace Jesús con nosotros con frecuencia, pues se mete en nuestra vida sin pedirnos permiso... Es probable que el etíope y Felipe no se volvieran a ver. Si Felipe no hubiera aprovechado la oportunidad, este etíope no habría conocido al Señor.
Tampoco reparó Felipe en que era alguien importante y con él no había que meterse. Aquí, como en nuestro mundo, el Espíritu es el que inspira la palabra oportuna para ayudar al que tiene en su corazón ansias de encontrar a Dios.
¡Qué importante es dar doctrina!, porque la ignorancia aparta de Dios y desvía a los hombres.
Y el etíope se fue feliz a su tierra, así lo dice expresamente el texto de Hechos. Y nosotros, ¿estamos felices por estar bautizados, por ser hijos de Dios, por recibir la Eucaristía con frecuencia?
No hay comentarios:
Publicar un comentario