De trato con santos
En sus andanzas de fundadora de conventos de clausura conoció a varios santos de su época, que le ayudaron con su oración y le animaron a seguir con esta tarea encomendada por Dios: algunos de ellos son: san Juan de la Cruz, san Juan de Ávila, san Francisco de Borja, san Pedro de Alcántara, entre otros, además de las que siguieron sus pasos en el Carmelo reformado y en la santidad.
La santa tenía un arrastre tal que sorprendía a quien se encontraba con ella. Lo mismo sucede ahora: se sorprendería quien pensase que la vida de clausura no está "de moda". ¡Si es una vida de felicidad para quien está llamado a la clausura!
"Vuestra soy, para vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?"
Ella misma, santa Teresa, narra las etapas de su vida: después de una veintena de años pensando en ella misma, "en que ningún caso hacía de pecados veniales, y los mortales, aunque los temía, no como había de ser, pues no me apartaba de los peligros" (Vida, cap. 8), se hizo monja. Transcurrieron otros veinte años de dura lucha ascética y, con la gracias de Dios, llegó a altas cimas de la perfección. Es entonces cuando Dios le pidió reformar el Carmelo.
Le pedimos a la santa por el Carmelo, por todas las religiosas de clausura, por todas las monjas, que siguen los pasos del Esposo y se entregan a Él en cuerpo y alma.
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