Antes de conocer el nombre de la bella Señora, reza con Ella; la presencia de la Señora le inspira paz y alegría y devoción. La Señora pasa las cuentas del Rosario mientras Bernadette reza las Avemarías. Incluso antes de conocer su nombre, le mueve la Señora a pedir por la conversión de los pecadores.
Sólo después de preguntarle tres veces por su nombre, la Señora le responde: Soy la Inmaculada Concepción. ¡Cómo se conmueve el párroco del pueblo cuando escucha el nombre de la Señora de labios de Bernadette! El dogma de la Inmaculada Concepción de María había sido proclamada cuatro años antes, y la niña ni conocía el hecho ni entendía lo que quería decir este nombre.
Una lección: rezar, incluso sin entender del todo lo que pasa por nuestra oración. Abandonarse al Misterio, abandonarse en Dios, porque el alma encuentra en Él su descanso.
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