No me resisto a copiar unas líneas de “Los relatos del padre Brown”, en “El hombre del pasadizo”. Dilucidan en el tribunal quién es el culpable. Ninguno de los protagonistas de este corto lo es. El padre Brown está sentado en el banquillo prestando testimonio.
El juez se inclinó hacia delante, con los ojos todavía más brillantes, y dijo con mucha claridad:
– ¿Quiere decir que cuando sir Wilson Seymour vio esa bestia o como se llame con curvas y pelo de mujer y pantalones de hombre, lo que vio en realidad fue a sir Wilson Seymour?
– Sí, señoría –dijo el padre Brown.
– ¿Y que cuando el capitán Cutler vio al chimpancé de hombros encorvados y pelos de cerdo, se estaba viendo a sí mismo?
– Sí, señoría.
El juez se repantingó en su sillón de un modo tan ostentoso que resultó difícil distinguir el cinismo de la admiración.
– ¿Y podría usted decirnos –preguntó– por qué reconoció su propia figura en el espejo, cuando dos hombres tan distinguidos fueron incapaces de hacerlo?
El padre Brown guiñó los ojos aún más penosamente que antes y luego tartamudeó:
– En realidad no lo sé, señoría…, aunque tal vez se deba a que yo no me miro tan a menudo en el espejo.
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