Ayer considerábamos la parábola del rico que se banqueteaba espléndidamente todos los días y el pobre Lázaro (Lc 16,19-31).
Ayer también, después de un tiempo de convivencia con otro sacerdote y comer a mediodía, me tomé un tiempo para jugar un buen partido de futsala, lo que las capacidades logran todavía. Al volver del polideportivo, con el cuerpo muy pero muy cansado, en una tarde un poco fresca, me asaltó el siguiente monólogo:
― “Lázaro, después de una vida llena de lo que el hombre desearía evitar siempre, fue llevado al cielo. Y tú, ¿quieres ir al Cielo?”
Pronto vino la respuesta: ― “¡Claro que sí!”
Luego, otra pregunta: ― “¿Ahora?”
― “¿¡Ahora!?”
No hay comentarios:
Publicar un comentario