"La Samaritana" de Paolo Varonese |
Una de las páginas más hermosas de la Biblia lo constituye el diálogo de Jesús con la samaritana (Jn 4,5-42), no sólo sobre la Humanidad Santísima de Jesucristo (Jesús que se cansa, que tiene hambre y sed, que ama), sobre la universalidad de la salvación (no importa que no sea del pueblo elegido), del diálogo interreligioso, etc.
El Santo Padre interpreta la petición de Jesús, “dame de beber” (Jn 4,7c), como expresión de “la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del ‘agua que brota para vida eterna’. (…) ¡Sólo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza!” (Mensaje para la Cuaresma 2011).
Pero también puede entenderse en la otra dirección, esta vez desde la perspectiva de Dios: la sed que tiene Él de amor por parte de los hombres, sus hijos. Las palabras “dame de beber” dirigidas a la samaritana son semejantes a aquellas otras pronunciadas desde la Cruz, “tengo sed” (Jn 19,28c), que bien pueden entenderse como sed de almas, sed de amor. Es fuerte, también plenamente verdadera, la aseveración de Santa Teresa del Niño Jesús: “Tenía sed… Pero al decir: “dame de beber”, lo que estaba pidiendo el Creador del universo era el amor de su pobre criatura. Tenía sed de amor… Sí, me doy cuenta, más que nunca, de que Jesús está sediento. Entre los discípulos del mundo, sólo encuentra ingratos e indiferentes, y entre sus propios discípulos ¡qué pocos corazones encuentra que se entreguen a él sin reservas, que comprendan toda la ternura de su amor infinito!” (Historia de un alma, 9).
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