Me han llamado pidiendo que fuera a ungir a una señora, que llevaba tiempo en estar enferma. No habían encontrado al párroco. Haciendo un espacio de tiempo tomé el carro y me fui a darle la Unción. Ya había vuelto de la diligencia, me comunicaron hora y media después que la señora había muerto…
Sin duda es un gran dolor para la familia, que se mostró muy pero muy agradecida por el servicio sacerdotal.
Pude intercambiar algunas palabras con la señora, antes de morir. Se le notaba que estaba en paz, aunque estuviera sufriendo, rodeada de muchos familiares y amigos.
Ahora Cristo le habrá dicho –pues recibió la Unción de los enfermos justo antes de su muerte y estará en la Casa del Padre–: “yo soy la luz”, y se le habrá iluminado todo un Cielo, para toda la eternidad…
No hay comentarios:
Publicar un comentario