Alegremente he participado de una reunión familiar, con motivo de la Primera Comunión de un sobrino mío, que amenaza con rebasar en altura a su papá teniendo tan sólo once años. Durante la Santa Misa en la que recibiría la Primera Comunión, a mí me salió clientela para Confesar.
En un momento de la celebración familiar en casa, mi cuñada dijo, entre sollozos y emoción, que conmovió a todos: “Un día esperado mucho por mí será el de mañana: en que los cuatro (mi hermano, sus dos hijos y ella) pasaremos, en familia, a recibir el Cuerpo de Cristo…”
Me recuerdo, a lo lejos, de cuando hice mi Primera Comunión, y han pasado tantos años, y he recibido a Jesucristo en la Eucaristía tantas veces, y he ayudado sacerdotalmente para que muchos también lo hagan. Claro propósito me ha surgido, gracias a la celebración: esforzarme por recibir la Eucaristía como en la Primera Comunión, tener la piedad de niño con que la recibí.
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