El parque y la iglesia de Santa María Visitación. |
Como suele ser los domingos, me levanté
relativamente pronto para rezar un poco y, luego, encaminarme, esta vez, a
Santa María Visitación a cubrir al párroco que, debido a unos compromisos
pastorales distintos, necesitó que le suplieran. Los sacerdotes suelen tener
pluriempleo, aquí necesitó una ayuda que yo, de buen grado, me presté a hacer.
Gente, de habla quiché, muy piadosa, que
enternece el corazón del que tiene fe. Especialmente los mayores, cuando el sacerdote
pasa junto o frente a ellos, hacen una reverencia. También me encantó bendecir
a los niños que los padres acercaban al sacerdote.
Además, conversé con los comensales del
almuerzo: Jeremías, el sacristán de la parroquia de Santa María, quien se portó
muy gentil. Además, la ama de casa que se encargó de deleitarnos con los
sabores propios de un hogar, llamada Manuela. Uno más: un acólito que ya está
haciendo estudios universitarios, y que me acompañó a ir a los otros sitios en
donde debía celebrar y que, sin su ayuda, no habría podido hallar. Tiene un
nombre enrevesado y sorprendente que me costó pronunciar: Ebgueni, o algo así;
no quise importunar más y preguntar sobre su origen y si simpatizaba al
interesado; sí pregunté, en cambio, si tenía otro nombre, pero me di cuenta que
no era el primero que aportaba: su segundo nombre era Nicolás.
En la última Misa, de las tres que celebré
hoy, me tocó encomendar el alma de una niña que murió hoy mismo, de tres años
de edad. Era una Misa de cuerpo presente. Los padres, presentes entonces,
estaban muy dolidos, pero con mucha fe. Fue motivo para hablar de la
misericordia de Dios, del amor que tiene a sus hijos, especialmente a los más
pequeños, y de cómo también nos ha amado dando su vida por nosotros y
conservando, como testimonio de su sacrificio y de su amor, las marcas de su
Pasión. La Liturgia nos sugiere que, habiendo sido bautizada y no cometer
pecado alguno, el alma de la niña debe ya estar gozando de la gloria de Dios. Confiamos
en ello.
En fin, un maravilloso día de pastoral,
diverso del trabajo ordinario de formación en el Seminario, a manera de un
respiro en el trajinar diario.
Vista de la iglesia de Santa Clara, en donde también celebré la Santa Misa. Ahora están en trabajos de ampliación de la iglesia que ya se necesitaba. |
El día no estuvo tan soleado como para tener este paisaje, pero esta vista sí que está de camino a esta parroquia de Santa María. |
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