El título
es, efectivamente, un tanto provocador. Pero es la verdad… Hay razones
teológicas e históricas detrás de la prescripción del celibato, es decir, que
los sacerdotes no se casen.
Con esta
entrada tampoco pretendo suscitar, en lo más mínimo, provocación, que a nada
llegaríamos, estando el tema tan replanteado y tan explicado, pues no es un
tema que esté sujeto al gusto de moda.
En la
página aleteia he encontrado el artículo cuyo extracto presento aquí. Me parece
instructivo. Pueden leerlo entero aquí.
En el
marco de su viaje a Tierra Santa, el pasado 26 de mayo, el Papa Francisco
concedió una rueda de prensa en el avión en el que regresaba a Roma. Un
periodista alemán le preguntó, en concreto, si en su diálogo con el patriarca
Bartolomé, de los ortodoxos, se había hablado sobre la posibilidad de que se
cambiara la norma del celibato sacerdotal en la Iglesia Católica.
El Papa
contestó: La Iglesia católica tiene sacerdotes casados, ¿no? Los católicos
griegos, los católicos coptos, ¿no? Hay sacerdotes casados en el rito oriental.
Porque el celibato no es un dogma de fe: es una regla de vida que yo aprecio tanto
y creo que es un don para la Iglesia. No siendo un dogma de fe, está siempre la
puerta abierta: en este momento no hemos hablado de esto, como programa, al
menos en este tiempo. Tenemos cosas más fuertes que emprender. Con Bartolomé
este tema no fue tocado, porque, de verdad, es secundario en las relaciones con
los ortodoxos, en este sentido.
Cuando el Papa Francisco dice que el celibato
sacerdotal no es dogma de fe y que la puerta está abierta para cambiar las
normas, no dice que ya se va a hacer, sino que se podría aceptar que se dé el
sacerdocio a hombres casados si en un momento determinado se viera necesario.
Pero también afirma que el celibato es un don que el Espíritu Santo ha dado a
la Iglesia y que él lo aprecia mucho.
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