¿Qué estarán viendo Charlie Brown y Snoopy? |
Después de unos días sin escribir, y
después de vivir algunas cosas hoy, quisiera compartirlas, sobre todo para
dejar constancia de lo que Dios me ha permitido vivir hoy.
Después de levantarme a buena hora por la
mañana, rezar y celebrar la Santa Misa, le he dedicado un buen rato a preparar
clases. Claro, los sacerdotes desayunamos también, no hace falta reseñarlo…
Hoy es
mi día de viaje hacia la Capital, para venir a dar clases en el Seminario
Mayor. En el camino, compartí el almuerzo con una familia querida y con la hija
que es religiosa y se encuentra en visita familiar, acompañada de otra hermana.
Dios ha querido que la conozca y ayudara, como torpe instrumento, en el inicio
de su camino vocacional como religiosa.
La conversación ha sido familiar, amena, y
también sobrenatural. Hemos hablado de la obediencia, de la vida religiosa y de
la vida espiritual. Me ha alegrado mucho la ilusión que conserva, tras estos
pocos años de vida religiosa. Una mujer que se ha entregado a su vocación y que
no encuentra gusto sino en la entrega plena. ¡Qué envidia me ha dado!, de la
buena, por supuesto. También me han dado tarea para encomendar.
Me vine pronto a dar mis clases, como
debía ser. Estamos estudiando al profeta Isaías y su escrito. Explicando con
cierto detenimiento el capítulo 6 —la vocación del profeta, en el contexto de
una teofanía—, me encontré con la dimensión “sacramental-penitencial” de la
visión del profeta: en la presencia de este nuestro Dios que se hace cercano,
se evidencia el estado de pecador del profeta. Pero es sólo el inicio de la
salvación. Con toda naturalidad salió el tema de la Confesión, que comentamos
con los alumnos.
Mientras me encaminaba a la Capilla de
Adoración en el Santuario Eucarístico para hacer un rato de oración, me pilló
una señora que necesitaba confesarse. Ella se tomó su tiempo; yo le di el
tiempo que necesitaba… En fin, se fue el tiempo de esta manera.
Cené con algunos amigos seminaristas y, luego, a revisar ciertas cosas académicas.
Dar, dar, dar. Pero, ¿qué me queda? Todo
en lo que he ayudado, lo que Dios ha querido tomar de esta vida mía en este
día. Ojalá Dios lo tome como ofrenda.
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