Hoy he platicado mucho, mucho. Todos los diálogos, me parece, han sido importantes para el discernimiento de cada interlocutor, también me ha aprovechado a mí.
Por ejemplo, he platicado con dos mujeres con experiencia de la vida, pero que atravesaban por cierta dificultad. Continuamente salía en que los problemas personales son los más grandes del mundo, pues son los que me afectan a mí... Pero, procuramos, con ayuda sobrenatural, tratar de quitarle algo de importancia, mirarlos con optimismo, y ver que hay muchas ventajas hasta entonces opacadas. Dios hará el resto en esas almas.
También dialogué a saciedad con los candidatos en la convivencia vocacional, lo suficiente para conocerlos en lo posible y juzgar sobre su intención -al menos en lo que dejan traslucir-. Me alegra mucho que haya muchachos que se animen a asomarse a esta aventura, muchos ya vienen trabajando el tema vocacional desde hace años.
Como había comentado, son alrededor de 50 los candidatos, de todas partes de la Diócesis.
Mientras hablaba con el último candidato, de Santiago Atitlán, mis ojos luchaban por mantenerse abiertos, vigilantes. Eso sí, todavía les queda un pequeño ánimo para dirigirse a la imagen de la Virgen que tengo delante de mi lugar de trabajo, la imagen de la Virgen de la Buena Leche (un extracto de la pintura de El Greco).
Desde luego, encomiendo estas intenciones. Sigan encomendándonos, por favor.
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