¿Quién no ha vertido una lágrima alguna vez? Hay lágrimas de alegría; regularmente, son de dolor. El Chavo del 8 decía que, cuando lloraba, "estaba lavando los ojos de adentro para afuera"... De hecho, también hemos experimentado que, cuando uno llora, viene una cierta tranquilidad al alma.
Hoy he visto alguna lágrima al conversar con un alma, tras contar una situación difícil. No hemos arreglado el mundo, pero hemos escuchado. Al fin, como decía Santa Teresa, "toda alma necesita un desaguadero". Los sacerdotes servimos para ello tantas veces cuando confesamos, cuando escuchamos a alguien en confidencia. Ojalá lo hiciéramos mejor estando más cerca de Dios.
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