Escena superior de la magnífica obra de El Greco, que he tenido el gran privilegio de contemplar en al menos dos ocasiones distintas: "El entierro del Conde de Orgaz". |
Según la descripción utilizada por la Sagrada Escritura, se aducen expresiones de lugar (paraíso, Jerusalén celeste, Casa del Padre...) u otras que expresan mayor o menor intimidad (estar con Dios, ver/conocer a Dios...).
Pero, lo que al fin nos quieren dar a entender es que el Cielo consistirá en una comunión de vida íntima entre Dios y la creación, especialmente la humanidad: cada persona se hará una con el Hijo y, con Él y en Él, meterse en la divinidad por obra del Espíritu Santo.
Ese es el núcleo de esa vida eterna, es la vertiente increada. La vertiente creada, y viene como consecuencia, es la plenitud que alcanzará el bienaventurado, la reverberación y repercusión que tendrá ese contacto y comunión con Dios en la naturaleza humana.
Claro, está la pizca de ayuda que debemos dar nosotros, los seres libres, sin la cual no podríamos llegar a alcanzar esa bienaventuranza. Falta, ciertamente, la consumación que se dará en la resurrección de los muertos, en que el cuerpo también gozará de la misma suerte del alma.
Perdón por la nota académica; quizá les ayude. Como escribía arriba, me ayuda a pensar en el P. Lee, que, Dios mediante, ya estará gozando de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario