Con frecuencia se nos va la mente a Dios, que es tres veces Santo, y a los santos mártires, que dieron su vida por Cristo, o a las imágenes que representan a aquellos hombres y mujeres extraordinarios, que realizaron las hazañas que nos reseñan sus biografías. Luego de eso, a veces, viene el desaliento, porque nos vemos tan poca cosa, y consideramos que la santidad es inasequible para nosotros, hombres y mujeres de a pie...
Pero, me parece que es algo "más sencillo": es la vida de Dios en nosotros, es estar en gracia de Dios. Me parece, entonces, que es santo aquel que no está en pecado mortal sino tiene la gracia santificante. Y es más santo, cuanta más gracia de Dios tenga.
Veneramos como santos a aquellos que, sin poner obstáculo a Dios, dejaron que les amara más y ellos correspondieron a ese Amor, y que ahora están gozando de Dios en el Cielo. Allá queremos nosotros también llegar.
Celebrar ahora a todos los santos nos alienta en la lucha en nuestra peregrinación hacia la Casa del Padre. Allá nos espera el número ingente de hermanos nuestros (cfr. Ap 7) que también nos animan e interceden por nosotros para que lleguemos a gozar de Dios. ¡Vale la pena luchar un poco!
... pero hay que esforzarse. |
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