Este cuadro, de buen tamaño, se encuentra en el comedor del Priorato. |
Llegamos el lunes a la hora del almuerzo. Nos estaban esperando los Padres. Cuando entramos al comedor, vino a mi olfato y a mi memoria un olor característico, el olor a pan de rodajas que preparaban en el Seminario Menor para alimentarnos en el desayuno. Me recordó aquellos años... Luego, con la mesa puesta de fiesta, nos advirtieron los padres que no suele ser así. Ese día, 14 de noviembre, se cumplían 25 años del traslado de la Comunidad Benedictina de Sololá a su actual sede. Sin querer, estábamos celebrando con ellos esta fiesta.
Además de la paz del lugar, que fue propicio para meditar y descansar, la oración monástica fue un tiempo de Dios, un tiempo para el alma, un tiempo de profunda experiencia espiritual. En este ambiente de paz, no sin esfuerzo, evidentemente, se propicia el cumplimiento de la consigna acuñada por San Benito y que cumplen sus hijos espirituales: ORA ET LABORA (reza y trabaja).
Recorriendo los límites de la propiedad, me vino a la mente aquel año de 1992 en que nos tocó inaugurar el lugar y las instalaciones del Seminario Menor que aun siguen en pie. Me recordó, como lo mencionaba en otra ocasión, a mis formadores, que descansan en paz y a quienes debo mucho. Hasta vi a uno de mis profesores -el Prof. Reyes- y a uno de mis compañeros de promoción -Camilo- que ahora es profesor allí.
Agradezco a Dios esta experiencia. Espero haber podido ayudar suficientemente a Fredy en esta experiencia de retiro; lo que es a mí, sí me ayudó mucho. Agradezco también a la Comunidad Benedictina que me recibió muy amablemente durante estos días. ¿Volver? Sí, Dios mediante, volveremos de buen grado.
A la izquierda, los Padres Benedictinos, formadores en el Seminario cuando estaba en Sololá. A la derecha, la actual iglesia del Seminario Menor en Quetzaltenango. |
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