Este Domingo es la puerta de las
celebraciones litúrgicas de Semana Santa, de tanta raigambre en la sociedad llamada
“occidental”. Conmemora el principio “oficial” de la Pasión del Señor, que
tiene su culminación en la Pascua del Señor (pasión-muerte-resurrección).
Jesús entra en Jerusalén como un rey, tal
como se profetizó que entraría el Mesías esperado (cfr. Mt 21,1-11): un rey de
paz, montado en un borrico. Las gentes extendían sus mantos por el camino y
cortaba ramas y palmas para vitorearle.
En la película de la Pasión (Mel Gibson),
Pilato exclama: “¿Es éste al que vitoreaban hace apenas una semana?” En efecto,
el entusiasmo se esfumó, como los sentimientos en tantas ocasiones. Y nos
hacemos el propósito de seguir a Jesús no sólo cuando los sentimientos están
dispuestos, sino también cuando cueste, incluso la persecución.
Que dispongamos el alma para estas
celebraciones de Semana Santa, que hemos de celebrar y vivir con provecho
espiritual.
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