El Santo Padre, en su homilía en la fiesta
de la Presentación del Señor, invitó a los religiosos, ellas y ellos, a “alimentar
una fe capaz de iluminar su vocación. Por eso les exhorto a hacer memoria, como
en una peregrinación interior, del ‘primer amor’ con el que el Señor Jesucristo
ha encendido su corazón, no por nostalgia, sino para alimentar esa llama”.
San Pablo exhortaba a Timoteo a reavivar
el don de dios que le fue conferido por la imposición de las manos (cfr. 2Tm
1,6).
Cuando los esposos sienten que el amor
inicial se ha ido gastando –regularmente por la rutina y el descuido-, recordar
su inicio puede rescatar lo que parece estar al borde de la ruina.
El sacerdote, el religioso y todo el que
busca estar cerca de Dios, no renuncia a un amor –no es un “desamorado”- sino
alguien que se ha enamorado del Amor.
Los que optamos por Dios hemos de volver
continuamente a ese enamoramiento que Dios hizo con nosotros; así reavivaremos
el sentido de nuestra vida y la fe con que nos agració.
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