martes, 12 de febrero de 2013

Una Unción de emergencia


     Para Dios no hay casualidades. Aunque los hombres a veces se la ponemos difícil, siempre busca que nos salvemos.
     Ayer, mientras hacía mi entrada a la Ciudad Capital, el tráfico empezó a correr despacio. Al poco, me di cuenta que un carril habían bloqueado y el otro se estaba embotellando. Pero vi un cuerpo tendido en el asfalto.
     Recién había pasado me estacioné y bajé del carro para darle la Unción de los enfermos. ¿Cómo es que ahora sí llevaba el Óleo de los Enfermos? Incluso, al partir, me recordé que sería bueno llevarlo.
     Recién había sucedido el atropello y no habían llegado los bomberos a auxiliarlo. Me vieron llegar las dos o tres personas que estaban con el atropellado y me dijeron que aún estaba vivo. Me incliné sobre el pobre señor y le dije al oído que se recordara de Dios, que era sacerdote y que le daría la absolución y la Unción, como de hecho lo hice, de la forma más breve posible.
     Al terminar, todo en un instante, llegaron los bomberos y se lo llevaron.
     ¿Qué habrá sido de él? Estaba muy golpeado y no sé si sobreviviría. Confío en que le haya ayudado mi asistencia sacerdotal. He hecho el propósito de llevar siempre conmigo el Óleo de los Enfermos, quizá yo mismo lo vaya a necesitar... Estoy convencido de que a Dios no se le escapa nada.
     Por lo demás, seguimos rezando por el Santo Padre, ahora más unidos que nunca a él. ¿Especulaciones? De todos lados, fuera y dentro de la Iglesia, de aquellos que no son buenos hijos y que critican. Nosotros, rezaremos por Él.

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