La despedida del Santo Padre ha sido
maravillosa, así como su alocución de ayer: no centra la atención en sí sino en
Cristo. Sus palabras infunden absoluta confianza en Dios, quien guía a la
Iglesia.
Las palabras del Santo Padre fueron:
Queridos amigos: me siento feliz de estar con ustedes, rodeado por la
belleza de la creación y por vuestra simpatía, que me hace mucho bien. ¡Gracias
por vuestra amistad, por vuestro afecto!
Sabéis
que este día mío es distinto de los anteriores: seré Sumo Pontífice de la
Iglesia católica hasta las ocho de la tarde; después, ya no más.
Soy
simplemente un peregrino que inicia la última etapa de su peregrinación en esta
tierra. Pero quisiera aún, con mi corazón, con mi amor, con mi oración, con mi
reflexión, con todas mis fuerzas interiores, trabajar por el bien común y por
el bien de la Iglesia y de la Humanidad. Y me siento muy apoyado por vuestra
simpatía. Sigamos adelante con el Señor, por el bien de la Iglesia y del mundo.
¡Gracias!
Yo, le
seguiré encomendando. Además, encomendaremos la elección del nuevo Papa.
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