En mis años de seminarista (“uuuuuuuuuuuuhhhhhhhhhh”,
dirán algunos), tenía tantas ganas de aprender, aprender todo de la vida
cristiana y la sacerdotal. Además, veía que muchas cosas de las que aprendía
podían servir a otros, pero no sabía que hacer. Leía lo que podía y, se me ocurrió, empecé a escribir
unas líneas a manera de diario —tales apuntes ya pasaron a mejor vida—. Era, pues, un tanto inquieto.
Ya de sacerdote, he tenido esta
oportunidad del blog y del internet para que tenga eco alguna locura que pueda
servir a los demás. Tengo la experiencia de leer con avidez lo que publican mis
amigos, pues son amigos, y quiero saber algo de ellos.
Hace unos días, he visto a un chico muy
entusiasmado con esta misma experiencia, un seminarista que está se está
aventurando a escribir lo que pasa por su mente y su corazón. Para un corazón
abierto, podrá encontrar —en cualquier lugar como aquí— algo que le ayude. El título
que le puso a su blog es “Sin temor a la tormenta” (Véanlo). ¿Qué habrá pasado por su
mollera cuando se vio impelido a nombrar su sitio en internet? ¿Habrá pensado
en cambiar? Por el momento conserva ese nombre.
¡Ánimo, Dexther! Aprenderás más tú aunque también
los demás. Saludos.
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