Cuando comienza una aventura, quizá con ciertos temores, no sabemos lo
que nos depara la experiencia. ¿Que se puede equivocar uno? Claro que sí, pero
la parte del optimismo y la ilusión no iluminarían la existencia siguiente. Es mejor
dejarlo en esta “indeterminación” que constituye un reto, pero que goza también
de la ayuda de la Providencia divina en su desarrollo.
Estos
pensamientos tienen un motivo: el martes pasado (13 de enero), mi hermana
Lucila y su esposo Samuel cumplieron 25 años de casados. La fecha estaba
presente en su corazón y en el de los que les queremos. Porque a veinticinco
años de edad puede llegar uno casi sin pretenderlo, pero 25 años de compromiso
con otra persona es más difícil.
Mucho
nos contarían ellos de trabajo y dificultades con sus cuatro hijos y entre
ellos, pero también ha habido muchas alegrías e ilusión que les anima a seguir
la vida y seguir luchando.
En
una fiestecita sorpresa que les fue organizada, les agasajamos en casa. Tuve el
enorme gusto de poder celebrar la Santa Misa en la iglesia de Patzicía, con la
participación de los seres queridos. Nos reunimos unas 50 personas, las que
pudieron asistir. En la homilía recalqué la importancia de esos ejemplos de
fidelidad “en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad”,
pues la fidelidad no es sólo para los mayores sino también para los jóvenes.
Después
tuvimos una reunión familiar y la cena, en donde afloraron abrazos, felicitaciones,
recuerdos, sentimientos.
Por
parte de todos, desde luego, era motivo de agradecimiento a Dios por este
regalo. Dios les siga bendiciendo más. ¡Felicidades, Samuel y Lucila!
En el momento de la renovación de las promesas matrimoniales. |
Lucila y Samuel, con los hijos que Dios les ha dado. |
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