De Harold Copping, "Lidia, escuchando a San Pablo". |
Lidia era una mujer de valía: era "vendedora de púrpura y adoraba al verdadero Dios" (Hch 16,14). Dios le abrió el corazón, ciertamente, pero su actitud siguiente es admirable, de audacia, ejemplar: "Si están convencidos de que creo en el Señor, vengan a hospedarse en mi casa" (v. 15).
Y comenta San Juan Crisóstomo: "¡Qué sabiduría la de Lidia! ¡Con qué humildad y dulzura habla los apóstoles: 'si juzgan que soy fiel al Señor...'! Nada más eficaz para persuadirlos que estas palabras que hubiesen ablandado cualquier corazón. más que suplicar y comprometer a los apóstoles, para que vayan a su casa, les obliga con insistencia. Vean cómo en ella la fe produce sus frutos y cómo su vocación le parece un bien inapreciable" (Homilía 35 sobre los Hechos).
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