He leído un hermoso artículo sobre este tema en la revista "Actualidad Litúrgica", escrito por Pedro Fernández (septiembre - octubre 2017, n. 258). Introduce el artículo con una referencia a San Agustín y su predicación: "En la reciente historia de la reforma litúrgica no siempre se ha mostrado con suficiente claridad el sentido y la importancia de la adoración al Santísimo Sacramento y su relación con la celebración del sacrificio de la Santa Misa. Se decía con excesiva frivolidad que el pan eucarístico se nos ha dado para ser comido, no para ser contemplado. En realidad, miradas las cosas desde la tradición de la Iglesia, tal opinión es un escándalo evidente y, por ello, es una afirmación engañosa y perjudicial. Ya san Agustín había dicho: 'Nadie coma este cuerpo sin antes adorarlo; pecaríamos si no la adorásemos'. No se debe recibir la Eucaristía sin adorar a quien viene a nosotros. De hecho, en la eucaristía Cristo se acerca a nosotros y desea un encuentro personal con nosotros..."
Después de referir una lista de documentos sobre la Eucaristía y sobre este tema de la adoración, ofrece una argumentación sobre el sentido de la adoración al Santísimo. La adoración eucarística y demás prácticas de culto a la Eucaristía fuera de la Misa nacen y están en relación con la santa Misa.
Además, la Santa Misa constituye ya un culto de adoración. No puede dejarse de lado la adoración al Santísimo y priorizar el carácter social de la Santa Misa. Recordando al Card. Robert Sarah, se puede argumentar que la Santa Misa es más una obra de Dios que nuestra.
En esta parte cita al Papa Juan Pablo II (Ecclesia de Eucharistia, n. 25).
"Es hermoso estar con él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto, palpar el amor infinito de su corazón. Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el arte de la oración, ¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos tiempos en conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento? ¡Cuántas veces, mis queridos hermanos y hermanas, he hecho esta experiencia y en ella he encontrado fuerza, consuelo y apoyo!"
Por último, en las anotaciones pastorales, sugiere que en cada Diócesis o ciudad grande haya una iglesia en donde los fieles puedan adorar al Santísimo Sacramento. A este respecto, me alegra la experiencia realizada en mi Diócesis de Sololá-Chimaltenango de las capillas de adoración perpetua, un consuelo de Dios y de los fieles. En verdad, hace falta valorar y extender la práctica devocional de la oración personal ante la presencia de Jesús sacramentado.
También sugiere que los niños que se preparan para recibir la Primera Comunión aprendan también a adorar al Santísimo. Ayudará también redescubrir que la espiritualidad eucarística no se reduce a la participación en la santa Misa sino que abarca la vida entera. Por último, dirige unas palabras de admiración y exhortación a los institutos religiosos que practican la adoración perpetua, que suponen una gran riqueza para ellos mismos y para toda la Iglesia.
Ojalá nos decidamos nosotros también a concretar algo para crecer en nuestro amor a la Eucaristía, Presencia Real de Jesús Resucitado, y el culto que se merece y le debemos.
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