¡Qué experiencia más maravillosa! El día de ayer, sábado 13, hemos participado en la última "javierada". Es una peregrinación -durante el tiempo de cuaresma- hacia el castillo en donde nació San Francisco Javier, patrono de las misiones; el castillo queda a 54 kilómetros de Pamplona. Hay quienes lo hacen todo a pie -nosotros fuimos unos de esos "locos"-; otros, en bicicleta; otros corriendo; otros, en patines, otros en autobús -especialmente la gente mayor-... En fin, cada uno a su ritmo y según el plan que haya escogido.
Peregrinos en el comienzo del camino -mejor en el comienzo, porque si fuera en el final, nos veríamos más desalineados-.
La ida
Componiendo un grupo de sacerdotes, salimos a las seis menos diez de la mañana y llegamos entre cuatro y media y cinco de la tarde. A medio camino, más o menos, descansamos un poco para avituallarnos con lo que los "voluntarios de Navarra" nos proveyeran, y lo hicieron generosamente. Allí logre saludar al señor Arzobispo de Pamplona, con quien tuve el gran gusto de tomarme una foto -se las debo-.
Al llegar
La meta de la peregrinación fue la explanada del castillo, después de haber rezado un momento en la basílica en donde se encuentra el sitio en donde nació el santo. Durante el camino, y en la basílica, tuve la oportunidad de encomendar A TODOS, a todos los que conozco y a los que no conozco, por todas sus intenciones. Porque, si no aprovechaba ese esfuerzo para ofrecerlo, ¡qué pérdida!
La Santa Misa, celebrada por el Arzobispo, acompañado del Obispo de San Sebastián, fue multitudinaria. ¿Habremos sido unos 20 mil? Más o menos.
Protagonismo tuvo la Cruz de la Juventud, que está ahora en España, preparando la Jornada Mundial de la Juventud, Madrid 2011. Había innumerables jóvenes.
Así lucía la multitud y el castillo de Javier, con su basílica
Perdón que ahora escriba más de lo acostumbrado. Había tanto testimonio conmovedor, que los esfuerzos personales quedaban cortos. Me recuerdo de aquellos sacerdotes con ampollas del tamaño de monedas grandes, que llegaron a Javier como si tuvieran más de noventa años, y con muchos achaques... Había varios grupos de jóvenes que iban rezando el viacrucis un poco antes de llegar -¡y lo ofrecían por los sacerdotes!-.También me conmovió aquél cristiano que salió de Pamplona ¡en silla de ruedas! Por supuesto, no quería que nadie lo ayudara...
En fin, hermosa experiencia que en otra ocasión intentaré reproducir en algún lugar.
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