Después del terremoto de Haití, y luego el de Japón, ha venido el terremoto de Chile. Aunque en número de víctimas es menor que el del terremoto de Haití, ha sido muy grande.Es maravillosa la respuesta internacional. La Iglesia, desde luego, está en primera fila en la ayuda, aunque no se vanaglorie de ello. Siempre la ayuda que presta se queda en el anonimato, para que sea Dios quien lo vea.
A las ocho de la tarde del día de hoy, en la catedral de Pamplona se tendrá la celebración de la Santa Misa por las víctimas del terremoto de Chile, así como se hizo en otro momento por las víctimas del de Haití. Mañana se tendrá en el oratorio de la Facultad de Derecho; pasado mañana en el oratorio de la Biblioteca Central, en donde tengo la oportunidad de ayudar semanalmente.
Por supuesto, la cercanía de la gente se ha mostrado grande. En la Universidad de Navarra ha habido mucha iniciativa y se han realizado actividades para recaudar fondos para los damnificados, especialmente cuando lo de Haití.
Esta solidaridad siempre es especialmente eficaz cuando va acompañada de lo espiritual. He aprendido que lo material se puede recuperar después, pero la vida, si se pierde no se recupera, ¡menos la eterna!
Me he enterado que sólo Cáritas de Pamplona, ha recogido tres cuartos de millón de euros, es decir, casi un millón de dólares, para Haití. Dios bendiga a todos los que ayudaron. Nada quedará en el olvido, Dios lo toma en cuenta siempre.
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