"La Asunción de la Virgen", de Juan Carreño de Miranda (s. XVII) |
La Asunción de la Virgen
“María fue elevada al cielo en cuerpo y alma: en Dios también hay lugar para el cuerpo. El cielo ya no es para nosotros una esfera muy lejana y desconocida. En el cielo tenemos una madre. Y la Madre de Dios, la Madre del Hijo de dios, es nuestra Madre. Él mismo lo dijo. La hizo Madre nuestra cuando dijo al discípulo y a todos nosotros: ‘He aquí a tu Madre’. En el cielo tenemos una Madre. El cielo está abierto; el cielo tiene un corazón” (Benedicto XVI, Homilía, 15-8-2005).
“María fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, y con Dios y en Dios es reina del cielo y de la tierra. ¿Acaso así está alejada de nosotros? Al contrario. Precisamente al estar con Dios y en Dios, está muy cerca de cada uno de nosotros. Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas. Al estar en Dios, que está cerca de nosotros –más aún, está ‘dentro’ de todos nosotros-, María participa de esta cercanía de Dios. al estar en Dios y con Dios, María está cerca de cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón, puede oír nuestras oraciones, puede ayudarnos con su bondad materna. Nos ha sido dada como ‘madre’ –así lo dijo el Señor-, a la que podemos dirigirnos en cada momento. Ella nos escucha siempre, siempre está cerca de nosotros; y, siendo Madre del Hijo, participa del poder del Hijo, de su bondad. Podemos poner siempre toda nuestra vida en manos de esta Madre, que no está lejos de ninguno de nosotros” (Benedicto XVI, Homilía, 15-8-2005).
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