¿En qué iba a cambiar la vida o qué haría
de trascendental la Virgen al visitar a su prima Isabel? Es lo que narra el
evangelio de la Misa de hoy (Lc 1,39-45).
Las grandes hazañas aparecen rara vez, y
menos veces somos nosotros los protagonistas. No por eso nuestra vida va a ser
menos feliz.
Una virtud se me ha sugerido, contemplando
la escena del evangelio: la prontitud con que María fue a ayudar a su prima.
¡Cuántos pequeños servicios podemos
prestar a los que están alrededor! Por ejemplo: levantar algo del suelo,
acercar algo a alguien, abrir la puerta a alguien, dar una sonrisa –incluso cuando
cuesta-, dar los buenos días, ceder el puesto, cumplir con mi pequeña tarea... Con esas mil historias pequeñas podemos
alegrar la vida de los que nos rodean.
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