Escuché
esta observación, un diagnóstico certero, a mi parecer, de la situación de los
cristianos: que retrasan frecuentemente la recepción de los sacramentos.
Por ejemplo, el Bautismo ya no se recibe
en las primeras semanas, como indica el Derecho Canónico –tiene sus grandes
razones de peso-, sino se deja incluso para unir la celebración del primer
cumpleaños de niño y su Bautismo.
Qué no decir del sacramento de la Unción,
que suelen dejar, muchas veces, para el momento “in articulo mortis”, con el
consiguiente peligro de que el sacerdote no consiga a llegar a ungir al
gravemente enfermo. Lo mismo puede decirse de los otros sacramentos.
¿Habrá un enfriamiento de la fe, en el fondo? Claro
está que no es generalizado, pero pastoralmente se ha comprobado que se va
extendiendo como la “cianobacteria” en el lago de Atitlán.
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