Cuando entré a la capilla del Seminario a
rezar un rato, en determinado receso, me encontré con esta estampa. Me sorprendió,
lo confieso, y me preguntaba de quiénes eran. Pensé que los dueños pudieran
estar confesándose, a un costado de la capilla, en donde se sitúa el
Confesonario, pero no estaban allí. No los descubrí hasta que, después de un
momento de estar rezando les oí rezar el Rosario. Estaban delante del Sagrario –esposa
y esposo, según vi-, detrás del Altar.
Me conmovió la escena, aunque no es raro
que se dé por aquí. Es la bendita fe de nuestros feligreses, la fe de los
indígenas, que queremos cultivar para gloria de Dios.
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