Pretendía
arrancar el carro para estacionarlo en el lugar en donde debía dejarlo. Estaba muerto.
Revisé si había dejado encendida alguna luz, pero todo estaba en orden. “¿Qué
hago?”, me preguntaba, pues tengo pocos conocimientos de mecánica. ¡Siempre
suceden estas cosas cuando uno tiene más prisa!
Pedí ayuda a mis amigos que estaban en el
sitio. Esto me sucedió en la Capital. Después de probar arrancar infructuosamente
el carro a empujones, lo hicimos prestando una batería pues -como comprobamos
más tarde, ni cargando la batería en su sitio funcionaba-: a ver si cargaba
después de encendido el carro. No quería ni probar si, apagándolo, arrancaba
después. Quería llegar al sitio de mi compromiso.
En la
siguiente parada, le conté al que me atendería que no quería apagar el carro,
porque posiblemente no arrancaría. Aventado, dijo: “¡Probemos, de una vez!”
Apagó el carro y... ¡muerto otra vez!
En fin,
después de verificar el mecánico que la batería estaba que ya no servía, me
prestaron una que sí, al menos para estos días. ¡Qué desinteresados los que me
ayudaron!
En el viaje iba considerando que había
mucha gente que todavía ayudaba desinteresadamente. Y lo hacen con una cara
sonriente. Recurriendo al Cielo frecuentemente en petición de ayuda, gracias a
Dios no dejé de tener paz por las cosas que me sucedían, pude experimentar que,
con la ayuda de esta buena gente, todo tiene solución. Vaya mi agradecimiento a
ellos. Dios les recompensará.
son experiencias únicas jejejejej también ya tuve una experiencia idéntica, y en la capital Dios mío, ven en mi auxilio y el auxilio de Dios es el prójimo.
ResponderEliminarMama mia, cuando le pasa eso a uno, a veces dan ganas de llorar, no Padre? Pero el Señor siempre aparece, ya sea de una u otra forma. Sabemos que nunca nos va a dejarnos solos.
ResponderEliminarLos carros(coches)nos dan esas sorpresas a veces,pero la divina providencia sale a nuestra ayuda.
Para la próxima ya sabe....
Un fuerte abrazo.
Sor Ángela María. o.ss.T.