No podía en otro momento: esta noche he
ido al hospital a confesar y a darle la Comunión a una persona pariente de un
seminarista. He hablado con esta persona en kaqchikel, la lengua nativa de esta
zona, lengua que también yo hablo.
Terminada la tarea encomendada, me alcanzó
una señora que, cuidando a una hermana suya, me ha pedido que le diera la
bendición. Viendo la situación, puesto que no podía confesarse, le ofrecí dar
la Unción de los Enfermos.
Mientras iban a buscarme el Óleo de los
Enfermos, me dio tiempo a confesar a otras personas que me lo pidieron en el
acto. Hube de estrujar la atención para tratar de entender a una persona que me
habló en un kiché de cerca de nuestra zona, que se parece en algo a nuestro
kaqchikel; pero también hube de hacerlo, con más denuedo, con una persona que
hablaba un kiché menos familiar a mí, que apenas pescaba alguna palabra. Yo, a
mi vez, le di algunos consejos en kaqchikel.
El Espíritu Santo, que da el don de
lenguas, hizo el resto... lo que haya sucedido en las almas de estas personas
Dios lo sabe. Confío en la acción de Dios. Una salida algo fácil para mí, pero
eficaz. Dejemos paso al Misterio.
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