Aunque, me han anunciado que serán cinco
parejas...
Un amigo me ha pedido expresamente que lo
case, y me prestaré con mucho gusto a hacerlo. Hoy será la boda. Pero tiene una
particularidad: que estas parejas, como la suya, ya están unidas, con hijos...;
hace falta que reciban el sacramento del matrimonio.
Estos casos no son pocos en nuestro lugar,
siempre ha estado extendida la práctica; lo que revela que hace falta
evangelizar. Sucede no sólo en estas tierras sino también en las del “primer
mundo”, que podrían preciarse de “más civilizados”.
La doctrina la tenemos clara: que los que
están unidos sólo de hecho, no pueden recibir los sacramentos, ni la Confesión –si
no están dispuestos a cambiar ese estado de pecado en el que viven- ni la
Comunión. Su estado es de “auto-exclusión” de la comunión de la Iglesia, y no
es que la Iglesia los discrimine.
No falta quien aboga por sus “derechos”;
incluso pueden alegar que las circunstancias obligaron a esas parejas a
desembocar en tal situación. Cada caso es cada caso. Pero la Iglesia no
abandona a estos hijos y busca el modo de ayudarles también espiritualmente. Estrictamente,
nunca es un “derecho” recibir un sacramento, es pura gracia de Dios. Y, para
recibirlo, hace falta estar en gracia de Dios –para confesarse hace falta estar
arrepentido-.
Me alegraré de ser instrumento para que
estos amigos, estos hermanos, regresen a la plena comunión con Dios y con la
Iglesia. Desde luego que es día de fiesta y nos alegraremos (como indica Lc
15,7).
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