Hoy me he entretenido con la lectura
edificante de la vida de un “protodiácono” ortodoxo, al parecer muy conocido en
el mundo ruso por la misión que ejerce.
Como lo explica el artículo que leí sobre
la vida de Andrey Kuraev, nació en un ambiente comunista, como era normal en
1963, y soñaba con el comunismo, como él mismo explica.
A medida que crecía, se decantó por el
estudio del comunismo pero desde el intelectualismo, lo que le llevó a cursar
una licenciatura en Ateísmo Científico. Poco a poco fue descubriendo un camino
desconocido pero fascinante para él: el del evangelio. Su testimonio es
impresionante. Les invito a leer el artículo que leí, pinchando aquí. Unos extractos
de esta breve biografía son éstos:
En 1981, con 18 años, Kuraev leyó Los Hermanos Karamazov de
Dostoevskiy. Allí descubrió al demonio... y también a Cristo como Dios,
Creador, Salvador y Juez del día final.
“Entendí que las tentaciones ofrecidas por Satán a Cristo en el desierto
fueron la elección más extrema, exacta y global. Y por eso acepté la
característica del demonio, espíritu de sabiduría y maldad sobrehumanas.
Así que primero admití la existencia del demonio. Y de allí, por lógica, si
Cristo pudo rechazar las tentaciones, Él también era de sabiduría sobrehumana,
pero también de bondad. Supe que Cristo era Salvador, y mi sensación de
vacío interior desapareció".
Andrey decidió bautizarse, y lo hizo en el templo ortodoxo más lejano de
su casa y de la universidad, para evitar que alguien le reconociera y
denunciase. Si lo supieran en la universidad, ¡en la carrera de Ateísmo
Científico!, le expulsarían y sus padres tendrían problemas. Eso le
asustaba. Pero en la ceremonia, mientras se bendecía el agua bautismal, oyó
"no con el oído sino con el corazón" unas palabras: “El Señor es mi
luz y mi salvación, ¿a quién temeré?”. Y dejó de temblar.
Pasados dos años, Andrey anunció a sus padres su deseo de ingresar en el
seminario ortodoxo. Más lágrimas. Entonces, los padres quisieron llevar a su
hijo a hablar con su maestro de literatura, alguien muy respetado y querido por
Andrey. Y así, después de algo de conversación intrascendente, la madre le
dijo: “¿Sabe usted?, tenemos un problema. Andrey quiere ingresar en el
seminario. ¿Qué le puede aconsejar?”
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