Catedral de Quiché |
Caso lamentable es el que reseña Prensa
Libre sobre dos sacerdotes que presuntamente abusaron a un menor de edad
durante el mes de febrero. Desde luego, la noticia se ha regado fácilmente,
como suele ser en estos casos, soplado por los indiscretos y por los enemigos
de la Iglesia.
Hoy me ha comentado un amigo, desde
Quiché, cómo está, hoy por hoy, el caso: han dictado arresto domiciliario para
los sacerdotes, pues se ha ido atenuando la acusación.
Según la información de este
amigo, es un caso de extorsión, pues los sacerdotes no han cedido a entregar el
dinero que se les exigía. Como sucede en tantos casos lamentables, ahora
también, los sacerdotes son culpables hasta que se demuestre su inocencia.
No es que haya que cerrar los ojos a la
maldad que sucede en la Iglesia –humanos somos-, sino no hay cebarse en la
desgracia ajena, hay que ver que hijos de la sociedad somos: si algunos
sacerdotes pueden caer en maldades grandes, es porque muchos miembros de la
sociedad lo hacen también, y con creces.
Como buenos cristianos que nos esforzamos
por ser, nos toca desagraviar.
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